“No habrá luto en el mundo,
ni minutos de silencio,
ni homenajes ni pancartas
por un obrero muerto.
#Réquiem por un obrero español»
Agustín Romero
Nos estamos acostumbrado a que los trabajadores fallecidos en su puesto de trabajo pasen de puntillas y sin hacer mucho ruido; a leer titulares, sobre estos sucesos, en letras pequeñas y tan escondidos que cuesta esfuerzo encontrarlos; a que estos siniestros sólo apenen a familiares y amigos de los fallecidos, cuando deberían indignarnos a todos. Nos estamos acostumbrando a que nuestras muertes no importen a nadie.Ultima Estamos empezando a ser “los nadie”
“12.07.2017. Navarra. Trabajador cae de una altura de 8 m. Muerto.”
El año pasado 607 personas perdieron su vida en su puesto de trabajo; el primer cuatrimestre de 2017, 202 trabajadores murieron mientras trabajaban. Lo más paradójico de todo esto es que esas personas a las que les fue arrebatada la vida en un entorno laboral en muchos casos precario estaban trabajando para poder vivir o incluso sobrevivir.
“07.07.17. Madrid. Trabajador cayó desde 30 metros mientras actuaba en un festival que continuó como si nada. Muerto.”
Últimamente sólo oímos hablar bajito, casi susurrando, de accidentes laborales cuando algún trabajador ha perdido su vida. Pero debemos tener claro que los accidentes de trabajo no sólo arrebatan vidas sino que a los más “afortunados” les dejan secuelas de difícil curación en muchos casos.
“08.07.17. Murcia. Trabajador cayó desde 5 metros. Muerto.”
Hay que recordar, para que nadie lo olvide, que es común que se trate de culpar al trabajador que sufrió el accidente diciendo que actuó de manera negligente, cuando en muchos casos los trabajadores ni son formados en prevención de riesgos laborales, ni se les facilitan los equipos de protección individual ni tan siquiera se aplican las medidas de prevención obligatorias. “¿Por qué?” pensareis algunos. Porque eso cuesta dinero al empresario.
“05.07.17. Galicia. Trabajador cayó desde 4 ó 5 metros mientras colocaba una valla para evitar caídas. Muerto.”
Mientras exponemos nuestras vidas, los encargados de poner los medios necesarios para tratar de evitar la muerte de más personas en su puesto de trabajo, esos mismos que prefieren eludir implantar los medios si con ello consiguen incrementar sus beneficios nos dirán que los trabajadores somos unos vagos, que sólo pensamos en seguir disfrutando de nuestros privilegios, que deberíamos trabajar más horas sin cobrar, que no deberían indemnizarnos si nos echan… Nos dirán que tenemos trabajo gracias ellos y que debemos estarles agradecidos.
Y muchos de nosotros, muchos de los que pueden morir mañana en el trabajo, de esos cuya vida no importa a nadie, bajarán la cabeza y mirarán hacia otro lado.
“05.07.17. Castilla-La Mancha. Trabajador se electrocuta. Muerto“
Porque no podemos hablar de accidentes de trabajo sin hablar de precarización del trabajo, de recorte de derechos laborales, de paro, de pobreza…
“03.07.17. País Vasco. Trabajador sufre un traumatismo craneal tras caerle un saco encima. Muerto.”
A estos trabajadores que encabezan cada uno de los párrafos de este texto les ha sido arrebatada su vida este mes. Y sólo llevamos 13 días.
¡Ojalá cese ya este goteo de vidas truncadas!
“03.07.17. País Vasco. Trabajador quedó enganchado en una maquina envasadora. Muerto.”
Quizá sería éste un buen momento para dejar de hablar de siniestralidad laboral y empezar a hablar de “terrorismo empresarial”; de comenzar a hacer algo cuando a un trabajador le es arrebatada la vida y de dejar de mirar hacia otro lado. Porque nos están matando, mientras se aprovechan de nuestro esfuerzo.
Entrada publicada originalmente en Una navarra perdida en Madrid.